Bienvenido estás, pues aquí:

Soñarás sin saber, suaves susurros sobre tu piel.

Camino.

Estoy en una encrucijada. Pies descalzos de alegría y cubierta de sangre, mero reflejo del dolor interior, anduve un camino de piedras en llamas. Y continúo. ¿En qué dirección se haya lo mejor? ¿Merezco acaso alguna salvación? No sé, vamos a ver. A la derecha, un camino de flores, que me guían y me animan a tocar el cielo de colores, tonos cálidos que me acogen en plena brisa primaveral mientras los ángeles cantan y brillan con su melodía celestial. Me giro con desprecio, desde luego tanto lujo no puede ser bueno. Y doy un paso a la izquierda, un pantano de un negro inhumano con su manto de espanto es augurio de lo mundano. Sonrío, he hallado mi camino.
Prefería y prefiero 666 veces una cadena perpetua de sufrimiento a un hilo sin descanso de satisfacciones vacías. Porque en el paraíso faltaba todo. En el paraíso no estaba lo que necesitaba. Pedía solo compañía, y ¿para qué tener todo si no puedo compartirlo? Mejor lustrarme en mi soledad y componer más escritos.

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