Bienvenido estás, pues aquí:

Soñarás sin saber, suaves susurros sobre tu piel.

Baila conmigo.

Le he pedido a la Luna uno de sus rayos, me gustaría que guiase mis pasos. Bueno, ya te conté que no me lo dejó, está aliada con las estrellas. Sí, no insistas, me juzgan demasiado sincera como para brillar en este mundo hipócrita, así que prefieren no apostar, ya sabes, eso de perder nunca se le ha dado bien a los dioses.
Pero me conformo contigo, con tu recuerdo, porque es lo más eterno que podría llegar a alcanzar jamás. Te has hecho inmortal en mis murmuraciones, mi  almohada sabe que no es mentira lo que estoy escribiendo y mis manos golpean furiosas, conocen el hecho de que mi mente quedó perturbada y que ellas no pueden sentirte desde hace tiempo, ni ayudar, pero padecen la distancia.
Porque te siento lejos, en todos los aspectos, y te rechazo a la par que te quiero. Es mirar en mi interior y veo remolinos ¿sabías eso? Remolinos de SMS que borré hace ya mucho, pero que nada, no se van, porque son tuyos y eso conlleva que sigan ahí, adornando mi cadena perpetua.
Y, para añadir metáforas, eres como una ola. Metido dentro de todo un mar de gente, siempre vuelves sin descanso, trayendo espuma (recuerdos) desnuda, en apariencia inofensiva, blanca por el tiempo pero que siempre puede llegar a portar el dolor (un mensaje embotellado, para más claridad) a la orilla.

Sabes que te mueres porque compartamos un tango de suspiros

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