Bienvenido estás, pues aquí:

Soñarás sin saber, suaves susurros sobre tu piel.

Cántame algo que me aleje de la crueldad.

Sobre su seno sencillo,
simple sonido susurrante
su suspiro sincero.
Sombra siempre sola
sin sueños sordos.
sórdidos sus silencios.
Sobre soledad sobrevive
sufriendo, simientes
sin Sol sus siervos.
Serpientes sorprendidas
superan sobradamente
sus sentimientos.
Sendero salubérrimo sin
sorna, solsticio sufrido
sobradamente su sentencia.

Serenitud serpentea suavemente sobre Serena.

Admiración ha venido, rodeada
como siempre de su súbdito el
cariño incondicional, de la que
ve en ella un modelo ejemplar.
Sí, créeme, eres un ejemplo que
tiene la sensibilidad a flor de
piel y me hace sentir, libre y
confiada, con derecho a ser feliz.
Poder rozar el cielo a carcajadas,
tirarse en la hierba mientras la
gente habla y pasa, comentando
nimiedades que nosotras no
necesitamos inventar, porque
sabemos lo que pensamos y no
nos hace falta disimular.
Y conocer, cada detalle de tu vida
y que tú sepas la mía sin ningún
tipo de reparo, que aunque no
sea lo normal yo ya no lo veo raro.
Salir y que todos nos la suden,
dos es lo justo y aunque ellos duden
es verdad, no hace falta nadie más
para relajarte y poder respirar.
Tú, la que siempre está, la que
se ve presente y no me miente,
la que va de frente y no finge,
la inocente y a su vez tan inteligente.
Humana como todas pero con
ganas de superarse, aceptar los
errores y seguir mirando adelante
y que les jodan a los que no sepan
ver el increíble tesoro que es tu ser.
Decir que tengo pocas prioridades
pero que tú eres una de las grandes
que siempre está ahí, que me ha
acompañado y me hace vivir en mí.

No he nacido para ser nadie.

Con todas nuestras desavenencias
formamos un dúo de masas
que se riñen y se quieren
atraen, rechazan y  matan.
Somos manchas en una
nebulosa, plagada de estrellas
blancas que brillan y llegan
a languidecer de perfectas.
Apariencia es nuestro aspecto
que ya ni cuidamos al
sentirse como un muerto
al que han matado a base de
besos perezosos, imperfectos.
Traspasar fronteras de piel
y carne, maneras poco sutiles
de llegar a los confines
del albor del alba
en tu cuerpo desnudo.
Y sentirse impuro, al ansiar
más porque el saber que
no lo mereces tener te hace
rechazarle, a él.
Observar su rostro abatido
esperando la señal, para dar
lo más bueno de sí mismo
a alguien elegida casi al azar.
Defraudado, el sueño de
libertad se ha esfumado los
momentos de felicidad están
tan viciados como el aire
que nos oxida y respiramos.
Nos carcomen las dudas,
a mí por no ser tu dueña
a ti por la vida dura.
¿Qué piensas, tío?
Somos amigos, conocidos,
tengo solo derecho a roce
pero te he cogido cariño.
Pasión, droga blanda
que crea igualmente adicción
más difícil de quitarse que
cualquier otra insulsa tentación.
Ser la rosa que te lastima,
ser aquella espina que se
clava y te hace heridas
quiero al menos, y poder
ser parte de tu vida aunque
sea por un segundo incierto.
No, no te quiero dañar,
es la única forma que
se me ocurre para llegar
a convertirme en algo que no sea
un pasatiempo o despiste.
Descansa sin cerrar los
ojos, respirar en calma y
vivir gozoso, eso quiere yo
lo sé, vivir en paz sin poco
que hacer y mucho placer.
Experimentos a grandes
dimensiones, no tener límites
marcados y que te
guíen tus escasas ambiciones
(se las comieron los ratones).
Así no vas a llegar a nada,
no es que no te apoye
pero tengo mis razones.
Se te nota en la cara que
pareces haberte rendido
a lo que la cruel vida te depara.
¿Quieres luchar?
Engrasa tus armas entonces,
y que no sea a base de
fiestas, risas y desmadres
te digo no te conformes.
Naturalidad, ser espontáneo es
bueno aunque infravalorado
está, úsalo y convénceles de
tu originalidad, sala
comerte el mundo y luego
cuéntame como te va.
Espera, tengo conciencia,
de que esto son gilipolleces
que lo más seguro no te interesen
pero no me importa es
mi forma de llorar,
lágrimas que se quedan
en ojos de mirada locuaz.
¿Qué más da?
Lo que otros digan,
lo que quiera inventar,
lo que ellos piensan
o quieran pensar
si somos indiferentes a
aluviones de gente que
critica por gusto, a los que
luchan por ser diferentes y
justos, juzgándose distintos
al común de los denominadores.
Pero lo dicho, dicho ha sido
que aquí me quedo yo,
rimo e improviso y tú,
¿dónde estás?
Quizá buscando algo que hacer
con alguna más, puede ser
que salgas solo e intentes
trabajar, no me da la
cabeza para inventar más.
Pero creo que te quiero
un poco, algo, casi nada...
Lo suficiente, demasiado para un poeta.

Y punto.

Ardida hiel desesperada
la del arrepentimiento sincero
que me llena agobiada
mientras sola te espero.

Engalanan de forma lenta
las sombras negras y sordas
la noche bruta y lamenta
la Luna sus pálidas obras.

Hasta el pájaro apoyado
en una rama en la lejanía
siente pena el condenado
de mis palabras de melancolía.

El camino queda abierto
en medio de este páramo
de bosque más que desierto
de sonrisas y divertimentos.

Lágrimas de carácter duro
que no salen ni aparecen
me inspiran a lo maduro,
a escribir mientras me mecen.

Porque han llegado las almas
de mis viejas inseguridades
y se agitan entre las sábanas
de mis miedos monumentales.

Que las arropan y las llenan
provocando su regocijo
al ver mi ente desvalido
y tomarme como su sacrificio.

Se encoge en sí mi persona
y se abandona a la suerte
que ni concibe ni perdona
otra cosa que no sea muerte.

El ciclo.

Se caen las pestañas
que sostienen el amparo
de este ser desgarrado
no mencionado por el
viento, que agita sus
cabellos y enmudece
al más fiero.
Brisa viene y brisa va
caminando hasta este
altar de compromiso
que me repele cuando
llega la hora de dar
el sí, a los formalismos
a las ataduras, a dar
la cara a ser menos dura,
a vivir.
Huracán bravo  ha
invadido mi espacio y
mi sentido de la soledad
para empujarme a sus garras
repletas de ansiedad.
Y no tiene piedad
a la hora de remover
mis hojas de nostalgia
y mis ramas de papel.
Arremolinada en un
rincón de la estación
llamada Desesperación y,
las lamentaciones hacen cola
para coger su entrada
sin demora y acompañarme
en el viaje del olvido
falto de coraje.
Con una manta a los hombros
pues no hay abrazo que
la sustituya, ya que no me
siento de nadie y no,
me he equivocado,
soy solo de él, solo suya.
Deseo que este escalofrío,
que pausado y cálido
se deja deslizar en
mi espalda no me
recuerde a tus labios
de canela y rosa blanca.
Mas no consigo otra
hazaña que quedarme
en las musarañas, de mi
vano intento de borrar tu
huella de impasividad.

Policromada.

Recibiendo a la primavera
aquélla que viste de seda
cuerpos llenos de una espera
que se nos antoja eterna.
Las farolas siempre iluminadas
haga frío, haga calor, llueva o
nieva en todo su esplendor
mientras alumbran las sombras
de unos cuerpos maltrechos,
retorcidos, deshechos ante la
expectación del renacer olvidado
del color sobre nuestros tejados.
Y florecientes las sonrisas
que ha traído esta ola de calor
y maravilloso, deseado resplandor
prácticamente veraniego, de trasiego
afortunado al pasar por las calles
abarrotadas de ancianos y estudiantes.
Apariciones estelares, la de las
camisas ligeras y faldas a raudales
alegrando a los traviesos,
luciendo bellos los deseos.
La posibilidad de holgazanear
al Sol juguetón que, sin dilación
rodea tus extremidades, te envuelve
en su cálido destello
y te hace amar más sin pensar
en las consecuencias ni el final.
Nubes blancas de buen augurio
pájaros trinando desde los árboles
y una brisa agradable
nos acompañarán hasta mañana martes.
¡Ay! No he hablado aún de
la ligereza de los pasos de ensueño
que daremos llegado el momento
descansados de tanto agobio y sufrimiento.
Eso es, la primavera, la que la sangre altera
la felicidad conlleva y el verano anhela.

Relato de una ducha.

Dicen que el agua tiene el don de la purificación. He dejado correr ríos sobre mí, gota a gota, milímetro a milímetro hasta poder llegar al mar. Han llegado a pasearse suavemente, insinuantes, zalameros a través de mi ser. Mientras, con los ojos cerrados, yo te recordaba, porque para eso vivo. 
Dicen que el agua tiene el don del olvido. He abierto el grifo, agua caliente, ardiendo más bien. Me he quemado. Por un instante... no, déjalo, no voy a mentir. Así que he cambiado, con el torrente sobre mi cabeza, a una temperatura gélida, heladora, cuchillos de escarcha (hasta el hielo no he conseguido llegar, incluso en eso soy débil) y me he templado como al más fino de los instrumentos.
Dicen que el agua tiene el don de cambiar los objetos, royéndolos hasta mutilarlos. He aumentado la potencia, y vaya si tiene fuerza. Ha sido visto y no visto, tu imagen en mi mente parpadeando como si de un semáforo se tratase. Siempre en rojo, porque estoy en un atasco insuperable. Y no varío. 
Dicen tanto que mucho es mentira.