Bienvenido estás, pues aquí:

Soñarás sin saber, suaves susurros sobre tu piel.

Y punto.

Ardida hiel desesperada
la del arrepentimiento sincero
que me llena agobiada
mientras sola te espero.

Engalanan de forma lenta
las sombras negras y sordas
la noche bruta y lamenta
la Luna sus pálidas obras.

Hasta el pájaro apoyado
en una rama en la lejanía
siente pena el condenado
de mis palabras de melancolía.

El camino queda abierto
en medio de este páramo
de bosque más que desierto
de sonrisas y divertimentos.

Lágrimas de carácter duro
que no salen ni aparecen
me inspiran a lo maduro,
a escribir mientras me mecen.

Porque han llegado las almas
de mis viejas inseguridades
y se agitan entre las sábanas
de mis miedos monumentales.

Que las arropan y las llenan
provocando su regocijo
al ver mi ente desvalido
y tomarme como su sacrificio.

Se encoge en sí mi persona
y se abandona a la suerte
que ni concibe ni perdona
otra cosa que no sea muerte.

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