Bienvenido estás, pues aquí:

Soñarás sin saber, suaves susurros sobre tu piel.

Policromada.

Recibiendo a la primavera
aquélla que viste de seda
cuerpos llenos de una espera
que se nos antoja eterna.
Las farolas siempre iluminadas
haga frío, haga calor, llueva o
nieva en todo su esplendor
mientras alumbran las sombras
de unos cuerpos maltrechos,
retorcidos, deshechos ante la
expectación del renacer olvidado
del color sobre nuestros tejados.
Y florecientes las sonrisas
que ha traído esta ola de calor
y maravilloso, deseado resplandor
prácticamente veraniego, de trasiego
afortunado al pasar por las calles
abarrotadas de ancianos y estudiantes.
Apariciones estelares, la de las
camisas ligeras y faldas a raudales
alegrando a los traviesos,
luciendo bellos los deseos.
La posibilidad de holgazanear
al Sol juguetón que, sin dilación
rodea tus extremidades, te envuelve
en su cálido destello
y te hace amar más sin pensar
en las consecuencias ni el final.
Nubes blancas de buen augurio
pájaros trinando desde los árboles
y una brisa agradable
nos acompañarán hasta mañana martes.
¡Ay! No he hablado aún de
la ligereza de los pasos de ensueño
que daremos llegado el momento
descansados de tanto agobio y sufrimiento.
Eso es, la primavera, la que la sangre altera
la felicidad conlleva y el verano anhela.

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