Bienvenido estás, pues aquí:

Soñarás sin saber, suaves susurros sobre tu piel.

Ofrenda lacrimosa.

Suplicio vitalicio, transformado ya en vicio, reinicio la condena atrapadas las sensaciones en telarañas donde gobierna la pena. No hay más verdades en esta fortaleza que las cárceles de amargura las ha hecho mi cabeza, engrandecidas a base de soliloquios iracundos, desafiantes para mí y vulgares para el mundo. Candelabros que iluminan pasillos donde vive la ruina, restregándose contra las paredes virtudes que no quieren ser vislumbradas por aludes de miradas que enfocan sus sombras entusiasmadas. Negrura cruda, persistente en el ambiente mostrando una tez de tenebrosidad, amparo de las tinieblas y como lugarteniente la soledad. Aullidos en las cortinas, satinado el brillo del viento que las agita, despertando los espíritus de las malas experiencias. Espectros de recuerdos desmembrados, polvorientos de ser cubiertos de sonrisas ajenas y falsedades externas, desenterrados una y mil veces florecen de nuevo como lirios negros en la noche.





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